Con el tiempo, regreso a esta habitación tras los pasos de Dorian Gray. En ella guardo mi retrato y, en él las cicatrices del tiempo. Miro la cara de este cansado viajero detenidamente, esperando encontrar algo nuevo, heridas que dejara el hedonismo que manifestara en la misma obra Lord Henry: "lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos".

Disfruto a solas junto a él, esperando su respuesta, que sea el propio arte quien revele nuestra propia cara, de pasiones heridas, de sentimientos insatisfechos. Cierro mis ojos y recuerdo una cara inocente, dispuesta a los sacrificios del amor, ignorante, tremendamente egoísta. La cara de la pintura se inclina y asiente: “la ignorancia de tu juventud fue lo que te ayudó a transitar por el tiempo de las pasiones insaciables, en el que el cuerpo no podía contener los sentimientos”.

Los caminos por los que me trae el placer y la satisfacción de los deseos inmediatos, cuartean mi cara y resecan la pintura que un día conservó la inconsciencia y falta de la fortaleza emocional. Sólo, van quedando ya los tesoros de una mirada conciente, de una sabia sonrisa, queriendo ver aquello que pintara Rembrandt, en autorretrato como Zeuxis.

Autorretrato como Zeuxis